Edimilson de Almeida Pereira ::: Las patas contra el pecho, el hematoma
- davisdiniz
- 4 de dez. de 2020
- 7 min de leitura
Héctor,
domador de caballos. Hijo ilegítimo, heredó la saña
de someter el estribo.
La madre cierta, sin sol. Un hombre arma el gallinero.
Héctor, el heredero, quita
los frenos de la vida, en su selva el más veloz caballo
es lento,
hecho que un heredero no soporta: prefiere las patas
contra el pecho, el hematoma
en el que un mapa, con todos los territorios, se forma.
El hombre amarra
tejas para el viento que nunca asaltará el gallinero.
La madre, en la puerta, no
se mueve, casi tronco, hoja casi de una floresta
que hace mucho no
se incendia. Héctor, domador y caballo, atraviesa la cerca
esa noche, hermana
de la otra en que el padre hizo saltar de su alta finestra
a la madre
y se perdieron sin rezo y sin promesa, vasallos
sólo del riesgo.
El hombre sueña con gallinas antes de cerrar con traba
su trabajo.
Héctor, domador de caballos, se precipita como si una
grecia le royese los huesos.
Eje
Alguien, esta noche, piensa en ti
con tal fuerza que desvía el curso de la flora.
Podrían, ambos, rectificar
el uso de los sistemas: letra,
número,
intención o gesto en esta fracción nocturna,
no son más que celdas
en desorden.
Saquen los pertrechos.
No importa la contienda que se arma…
a las armas.
El que cree saber y los que creen
son una estera, apenas,
para la transformación de la flora. Esta noche,
en la que alguien
piensa fuerte en ti y absorbes
el pensamiento inmenso,
esta noche,
lo que nunca pudimos ser está dispuesto.
No leas como ellos
los libros de poesía, los libros sagrados que son
poesía.
Ellos sacan leyes y procedimientos de un bosque
solamente bosque.
El bosque oscuro de la metáfora, centeno
como mucho,
que no va a ser ningún pan. Ellos sacan lo que no
merece crédito del lugar de donde
nada debe esperarse. No recites ni recetes
la viuda negra.
Ella, por no salir nunca, alumbra
como un dardo.
No esperes, padre, que después de la lección nocturna
estemos a salvo. No
podríamos pedirle al jaguar que cambiase su
costura.
No leas como ellos los libros sagrados: la poesía
cubre la última
deshonra. Ella, por no beber más allá de sí, perdura
y muere.
Si hubiese tiempo, devuelve la poesía a los reptiles.
No leas como ellos
la escritura rupestre: comienza a dudar de las leyes
que civilizan el bosque.
El murciélago
desafía a la naturaleza para asaltar, durante el día,
el bebedero de otro pájaro.
Avanza, sin temor a que lo echen
(bicho con la oscuridad
a cuestas). Es un derecho sumarse a la comida,
no importa.
la diferencia entre los estómagos. Viene porque,
si no es él, otro se
ocupa de justificar la repentina abundancia.
Una porción de la noche
desciende con el murciélago: luminaria dada vuelta.
Capturarlo a la luz
revela en la galería una estación de buses con bolsas
de granos, sombreros
y oraciones entre los cuerpos que se apuran.
Y comen todos
del camino el alimento mayor para compartir.
El murciélago salta
la división de las horas para convidar sangre
a quien dé un pájaro.
Gesta
No destinado a nacer,
nació empelicado.
Destinado a haceres
del alma,
nada supo el cuerpo.
A no ser guerras
con el Oscuro.
No era como los otros
sino, entre ellos,
el deseado.
No por la fineza, no
por su trato,
no por el rododendro
curado junto a la ventana.
No destinado a los galopes,
empelicado vino
para el silencio en las venas.
De tanto buscarlo, de tan
solicitado, todos
se habituaron a su hábito.
A uno que salva los campos,
hiere a la lepra,
no hay quien no lo quiera.
Sin embargo, si la vida
no es suya, sino ajena,
un día
habrá de romperse la cobertura:
el empelicado
sutura el ayuno y de pronto
salta el muro
de incienso que lo protegía.
Suelto en el mundo,
dispuesto en el cuerpo, se dobla
entre telas de lino
sellos calumnias y fronteras.
Tiene gusto a espuma
su pene y su lengua
revela
el nombre de todos, su hambre
ronda la noche
con el errante de los errantes.
Destinado al destino,
el empelicado
nada supo, nada adivina.
Al pasar, donde aterriza,
todos y cada uno
admiran su imagen.
¿Por qué no
darle lo que resulte suficiente? Ese
manto de preguntas.
Al desatino
se rinde, al fin,
el empelicado.
¿Y no es lo que hacen todas las
reses, todas las sentencias, el hombre
que nace desnudo?
Traducción Salvador Biedma
____

Edimilson de Almeida Pereira nació en Juiz de Fora (Minas Gerais) en 1963. Es docente de Literatura Portuguesa y Literaturas Africanas de Lengua Portuguesa en la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Juiz de Fora. En el área de la antropología social publicó, entre otros libros, Mundo encaixado: significação da cultura popular (Mundo encajado: significación de la cultura popular, Belo Horizonte, Mazza Edições, 1992) y Do presépio à balança: representações sociais da vida religiosa (Del pesebre a la balanza: representaciones sociales de la vida religiosa, Belo Horizonte, Mazza Edições, 1995), A saliva da fala: notas sobre a poética banto-católica no Brasil (La saliva del habla: notas sobre la poética bantú-católica en Brasil, Rio de Janeiro, Azougue, 2017) y Entre Orfe(x)u e Exunouveau: análise de uma epistemologia de base afrodiaspórica na Literatura Brasileira (Entre Orfe(x)o y Exunouveau: análisis de una epistemología de base afrodiaspórica en la literatura brasileña, Rio de Janeiro, Azougue, 2017). En el área de la literatura infantil e infantojuvenil editó, entre otros, Os reizinhos de Congo (Los reyecitos del Congo, São Paulo, Paulinas, 2004), Poemas para ler com palmas (Poemas para leer con palmas, Belo Horizonte, Mazza Edições, 2017). Su obra poética está reunida en los volúmenes Zeosório blues (Zeosório blues, 2002), Lugares ares (Lugares ares, 2003), Casa da palavra (Casa de la palabra, 2003) y As coisas arcas (Las cosas arcas, 2003). Sus libros de poesía más recientes son Guelras (Agallas, Belo Horizonte, Mazza Edições, 2017), E (Y, São Paulo, Patuá, 2017) y Poesia +: antologia 1985-2019 (Poesía +: antología 1985-2019, São Paulo, Editora 34, 2019). Su obra de ficción incluye las novelas editadas en 2020 O Ausente (El ausente, Belo Horizonte, Relicário Edições), Um corpo à deriva (Un cuerpo a la deriva, Juiz de Fora, Edições Macondo) y Front (Front, São Paulo, Nós Editora).


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Heitor,
domador de cavalos. Filho ilegítimo, herdou a sanha
de render o estribo.
A mãe exata, sem sol. Um homem arma o galinheiro.
Heitor, o herdeiro tira
os arreios da vida, em sua selva o mais veloz cavalo
é lento,
fato que um herdeiro não suporta: prefere as patas
contra o peito, o hematoma
em que um mapa, com todos os territórios, se forma.
O homem amarra
telhas para o vento que nunca assaltará o galinheiro.
A mãe, à porta, não
se move, quase tronco, folha quase de uma floresta
que há muito não
se incendeia. Heitor, domador e cavalo, vara a cerca
nessa noite, irmã
de outra em que o pai fez saltar de sua alta finestra
a mãe
e desgarraram sem reza e sem promessa, vassalos
apenas do risco.
O homem sonha galinhas antes de cerrar à taramela
seu trabalho.
Heitor, domador de cavalos, precipita como se uma
grécia lhe roesse os ossos.
(De: Qvasi, 2016)
Eixo
Alguém, nessa noite, pensa em ti
com tal força que desvia o curso da flora.
Poderiam, ambos, retificar
o uso dos sistemas: letra,
número,
intenção ou gesto nessa fração noturna,
não são mais do que celas
em desalinho.
Saquem os apetrechos.
Não importa a contenda que se arma
– às armas.
O que julga saber e os que julgam
são uma esteira, apenas,
para a mudança da flora. Nessa noite,
em que alguém
pensa forte em ti e absorves
o pensamento imenso,
nessa noite,
o que nunca pudemos ser está pronto.
(De: Guelras, 2017)
Não leias como eles
os livros de poesia, os livros sagrados que são
poesia.
Eles tiram leis e procedimentos de um bosque
somente bosque.
O bosque escuro da metáfora, quando muito
centeio,
que pão nenhum será. Eles tiram o que não
merece crédito de onde
nada se deve esperar. Não recites, nem receites
a viúva negra.
Ela, por nunca sair, alumbra
como um dardo.
Não esperes, pai, que depois da lição noturna
sejamos salvos. Não
poderíamos pedir ao jaguar que mudasse sua
costura.
Não leias como eles os livros sagrados: a poesia
cobre a última
desonra. Ela, por não sorver além de si, perdura
e morre.
Se houver tempo, devolve a poesia aos répteis.
Não leias como eles
a escrita rupestre: começa a duvidar das leis
que civilizam o bosque.
(De: Relva, 2017)
O morcego
desafia a natureza para assaltar, durante o dia,
o bebedouro de outro pássaro.
Avança, sem apreensão de que o escorrassem
(bicho com a treva
às costas). É um direito somar-se à comida,
não importa
a diferença entre os estômagos. Vem, porque
se não ele, outro se
ocupa em justificar a repentina abundância.
Uma porção da noite
desce com o morcego – luminária às avessas.
Capturá-lo à luz
revela na varanda uma rodoviária com sacas
de grãos, chapéus
e orações entre os corpos que se apressam.
E comem todos
da passagem, o alimento maior a repartir-se.
O morcego salta
a divisão das horas para convidar ao sangue
quem se der a pássaro.
(De: Qvasi, 2016)
Gesta
Não destinado a nascer,
nasceu empelicado.
Destinado a fazeres
da alma,
em nada soube o corpo.
A não ser guerras
com o Obscuro.
Não era como os outros
mas, dentre eles,
o desejado.
Não pela finura, não
pelo trato,
não pelo rododendro
curado à janela.
Não destinado aos galopes,
empelicado veio
para silêncio nas veias.
De buscá-lo tanto, de tanto
requisitado, todos
habituaram-se ao hábito.
Um que salva os campos,
punge a lepra,
não há quem não o queira.
Porém, se a vida
não é sua, mas alheia,
um dia
há de romper-se a cobertura:
o empelicado
sutura o jejum e de pronto
salta o muro
de incenso que o protegia.
Solto no mundo,
aviado no corpo, se dobra
entre linhos
selos calúnias e fronteiras.
Sabe a espuma
o seu pênis e sua língua
revela
o nome de todos, sua fome
ronda a noite
com o errante dos errantes.
Destinado ao destino,
o empelicado
nada soube, nada adivinha.
De passagem, onde pousa,
todo e qualquer
se admira de sua imagem.
Por que não
dar-lhe o que basta? Essa
manta de perguntas.
Ao desatino
rende-se, enfim,
o empelicado.
E não é o que fazem cada
rês, cada sentença, o homem
desnudo nascido?
(De: Qvasi, 2016)
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Edimilson de Almeida Pereira nasceu em Juiz de Fora, Minas Gerais, em 1963. É docente de Literatura Portuguesa e Literaturas Africanas de Língua Portuguesa na Faculdade de Letras da Universidade Federal de Juiz de Fora. Na área de antropologia social publicou, dentre outros, os livros Mundo encaixado: significação da cultura popular (Mazza Edições, Belo Horizonte, 1992) e Do presépio à balança: representações sociais da vida religiosa (Mazza Edições, Belo Horizonte, 1995), A saliva da fala: notas sobre a poética banto-católica no Brasil (Azougue, Rio de Janeiro, 2017) e Entre Orfe(x) e Exunouveau: análise de uma epistemologia de base afrodiaspórica na Literatura Brasileira (Azougue, Rio de Janeiro, 2017). Na área de literatura infantil e infantojuvenil editou, dentre outros, Os reizinhos de Congo (Paulinas, São Paulo, 2004); Poemas para ler com palmas (Mazza Edições, Belo Horizonte, 2017). Sua obra poética foi reunida nos volumes Zeosório blues (2002), Lugares ares (2003), Casa da palavra (2003) e As coisas arcas (2003). Seus livros de poesia mais recentes são Guelras (Mazza Edições, Belo Horizonte, 2017), E (Patuá, São Paulo, 2017) e Poesia + – antologia 1985-2019 (Editora 34, São Paulo, 2019). Sua obra de ficção inclui os romances recém-editados em 2020: O Ausente (Relicário Edições, Belo Horizonte); Um corpo à deriva (Edições Macondo, Juiz de Fora) e Front (Nós Editora, São Paulo).










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