top of page

Edimilson de Almeida Pereira ::: Las patas contra el pecho, el hematoma



Héctor,


domador de caballos. Hijo ilegítimo, heredó la saña

de someter el estribo.


La madre cierta, sin sol. Un hombre arma el gallinero.

Héctor, el heredero, quita


los frenos de la vida, en su selva el más veloz caballo

es lento,


hecho que un heredero no soporta: prefiere las patas

contra el pecho, el hematoma


en el que un mapa, con todos los territorios, se forma.

El hombre amarra


tejas para el viento que nunca asaltará el gallinero.

La madre, en la puerta, no


se mueve, casi tronco, hoja casi de una floresta

que hace mucho no


se incendia. Héctor, domador y caballo, atraviesa la cerca

esa noche, hermana


de la otra en que el padre hizo saltar de su alta finestra

a la madre


y se perdieron sin rezo y sin promesa, vasallos

sólo del riesgo.


El hombre sueña con gallinas antes de cerrar con traba

su trabajo.


Héctor, domador de caballos, se precipita como si una

grecia le royese los huesos.




Eje


Alguien, esta noche, piensa en ti

con tal fuerza que desvía el curso de la flora.

Podrían, ambos, rectificar

el uso de los sistemas: letra,

número,

intención o gesto en esta fracción nocturna,

no son más que celdas

en desorden.

Saquen los pertrechos.

No importa la contienda que se arma…

a las armas.

El que cree saber y los que creen

son una estera, apenas,

para la transformación de la flora. Esta noche,

en la que alguien

piensa fuerte en ti y absorbes

el pensamiento inmenso,

esta noche,

lo que nunca pudimos ser está dispuesto.




No leas como ellos


los libros de poesía, los libros sagrados que son

poesía.

Ellos sacan leyes y procedimientos de un bosque

solamente bosque.


El bosque oscuro de la metáfora, centeno

como mucho,

que no va a ser ningún pan. Ellos sacan lo que no

merece crédito del lugar de donde


nada debe esperarse. No recites ni recetes

la viuda negra.

Ella, por no salir nunca, alumbra

como un dardo.


No esperes, padre, que después de la lección nocturna

estemos a salvo. No

podríamos pedirle al jaguar que cambiase su

costura.


No leas como ellos los libros sagrados: la poesía

cubre la última

deshonra. Ella, por no beber más allá de sí, perdura

y muere.


Si hubiese tiempo, devuelve la poesía a los reptiles.

No leas como ellos

la escritura rupestre: comienza a dudar de las leyes

que civilizan el bosque.




El murciélago


desafía a la naturaleza para asaltar, durante el día,

el bebedero de otro pájaro.


Avanza, sin temor a que lo echen

(bicho con la oscuridad


a cuestas). Es un derecho sumarse a la comida,

no importa.


la diferencia entre los estómagos. Viene porque,

si no es él, otro se


ocupa de justificar la repentina abundancia.

Una porción de la noche


desciende con el murciélago: luminaria dada vuelta.

Capturarlo a la luz


revela en la galería una estación de buses con bolsas

de granos, sombreros


y oraciones entre los cuerpos que se apuran.

Y comen todos


del camino el alimento mayor para compartir.

El murciélago salta


la división de las horas para convidar sangre

a quien dé un pájaro.




Gesta


No destinado a nacer,

nació empelicado.


Destinado a haceres

del alma,


nada supo el cuerpo.

A no ser guerras


con el Oscuro.

No era como los otros


sino, entre ellos,

el deseado.


No por la fineza, no

por su trato,


no por el rododendro

curado junto a la ventana.


No destinado a los galopes,

empelicado vino


para el silencio en las venas.

De tanto buscarlo, de tan


solicitado, todos

se habituaron a su hábito.


A uno que salva los campos,

hiere a la lepra,


no hay quien no lo quiera.


Sin embargo, si la vida

no es suya, sino ajena,


un día

habrá de romperse la cobertura:


el empelicado

sutura el ayuno y de pronto


salta el muro

de incienso que lo protegía.


Suelto en el mundo,

dispuesto en el cuerpo, se dobla


entre telas de lino

sellos calumnias y fronteras.


Tiene gusto a espuma

su pene y su lengua


revela

el nombre de todos, su hambre


ronda la noche

con el errante de los errantes.


Destinado al destino,

el empelicado


nada supo, nada adivina.


Al pasar, donde aterriza,

todos y cada uno


admiran su imagen.

¿Por qué no


darle lo que resulte suficiente? Ese

manto de preguntas.


Al desatino

se rinde, al fin,


el empelicado.

¿Y no es lo que hacen todas las


reses, todas las sentencias, el hombre

que nace desnudo?





Traducción Salvador Biedma





____


Edimilson de Almeida Pereira nació en Juiz de Fora (Minas Gerais) en 1963. Es docente de Literatura Portuguesa y Literaturas Africanas de Lengua Portuguesa en la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Juiz de Fora. En el área de la antropología social publicó, entre otros libros, Mundo encaixado: significação da cultura popular (Mundo encajado: significación de la cultura popular, Belo Horizonte, Mazza Edições, 1992) y Do presépio à balança: representações sociais da vida religiosa (Del pesebre a la balanza: representaciones sociales de la vida religiosa, Belo Horizonte, Mazza Edições, 1995), A saliva da fala: notas sobre a poética banto-católica no Brasil (La saliva del habla: notas sobre la poética bantú-católica en Brasil, Rio de Janeiro, Azougue, 2017) y Entre Orfe(x)u e Exunouveau: análise de uma epistemologia de base afrodiaspórica na Literatura Brasileira (Entre Orfe(x)o y Exunouveau: análisis de una epistemología de base afrodiaspórica en la literatura brasileña, Rio de Janeiro, Azougue, 2017). En el área de la literatura infantil e infantojuvenil editó, entre otros, Os reizinhos de Congo (Los reyecitos del Congo, São Paulo, Paulinas, 2004), Poemas para ler com palmas (Poemas para leer con palmas, Belo Horizonte, Mazza Edições, 2017). Su obra poética está reunida en los volúmenes Zeosório blues (Zeosório blues, 2002), Lugares ares (Lugares ares, 2003), Casa da palavra (Casa de la palabra, 2003) y As coisas arcas (Las cosas arcas, 2003). Sus libros de poesía más recientes son Guelras (Agallas, Belo Horizonte, Mazza Edições, 2017), E (Y, São Paulo, Patuá, 2017) y Poesia +: antologia 1985-2019 (Poesía +: antología 1985-2019, São Paulo, Editora 34, 2019). Su obra de ficción incluye las novelas editadas en 2020 O Ausente (El ausente, Belo Horizonte, Relicário Edições), Um corpo à deriva (Un cuerpo a la deriva, Juiz de Fora, Edições Macondo) y Front (Front, São Paulo, Nós Editora).





___




Heitor,


domador de cavalos. Filho ilegítimo, herdou a sanha

de render o estribo.


A mãe exata, sem sol. Um homem arma o galinheiro.

Heitor, o herdeiro tira


os arreios da vida, em sua selva o mais veloz cavalo

é lento,


fato que um herdeiro não suporta: prefere as patas

contra o peito, o hematoma


em que um mapa, com todos os territórios, se forma.

O homem amarra


telhas para o vento que nunca assaltará o galinheiro.

A mãe, à porta, não


se move, quase tronco, folha quase de uma floresta

que há muito não


se incendeia. Heitor, domador e cavalo, vara a cerca

nessa noite, irmã


de outra em que o pai fez saltar de sua alta finestra

a mãe


e desgarraram sem reza e sem promessa, vassalos

apenas do risco.


O homem sonha galinhas antes de cerrar à taramela

seu trabalho.


Heitor, domador de cavalos, precipita como se uma

grécia lhe roesse os ossos.



(De: Qvasi, 2016)





Eixo


Alguém, nessa noite, pensa em ti

com tal força que desvia o curso da flora.

Poderiam, ambos, retificar

o uso dos sistemas: letra,

número,

intenção ou gesto nessa fração noturna,

não são mais do que celas

em desalinho.

Saquem os apetrechos.

Não importa a contenda que se arma

– às armas.

O que julga saber e os que julgam

são uma esteira, apenas,

para a mudança da flora. Nessa noite,

em que alguém

pensa forte em ti e absorves

o pensamento imenso,

nessa noite,

o que nunca pudemos ser está pronto.


(De: Guelras, 2017)






Não leias como eles


os livros de poesia, os livros sagrados que são

poesia.

Eles tiram leis e procedimentos de um bosque

somente bosque.


O bosque escuro da metáfora, quando muito

centeio,

que pão nenhum será. Eles tiram o que não

merece crédito de onde


nada se deve esperar. Não recites, nem receites

a viúva negra.

Ela, por nunca sair, alumbra

como um dardo.


Não esperes, pai, que depois da lição noturna

sejamos salvos. Não

poderíamos pedir ao jaguar que mudasse sua

costura.


Não leias como eles os livros sagrados: a poesia

cobre a última

desonra. Ela, por não sorver além de si, perdura

e morre.


Se houver tempo, devolve a poesia aos répteis.

Não leias como eles

a escrita rupestre: começa a duvidar das leis

que civilizam o bosque.


(De: Relva, 2017)






O morcego


desafia a natureza para assaltar, durante o dia,

o bebedouro de outro pássaro.


Avança, sem apreensão de que o escorrassem

(bicho com a treva


às costas). É um direito somar-se à comida,

não importa


a diferença entre os estômagos. Vem, porque

se não ele, outro se


ocupa em justificar a repentina abundância.

Uma porção da noite


desce com o morcego – luminária às avessas.

Capturá-lo à luz


revela na varanda uma rodoviária com sacas

de grãos, chapéus


e orações entre os corpos que se apressam.

E comem todos


da passagem, o alimento maior a repartir-se.

O morcego salta


a divisão das horas para convidar ao sangue

quem se der a pássaro.




(De: Qvasi, 2016)






Gesta


Não destinado a nascer,

nasceu empelicado.


Destinado a fazeres

da alma,


em nada soube o corpo.

A não ser guerras


com o Obscuro.

Não era como os outros


mas, dentre eles,

o desejado.


Não pela finura, não

pelo trato,


não pelo rododendro

curado à janela.


Não destinado aos galopes,

empelicado veio


para silêncio nas veias.

De buscá-lo tanto, de tanto


requisitado, todos

habituaram-se ao hábito.


Um que salva os campos,

punge a lepra,


não há quem não o queira.


Porém, se a vida

não é sua, mas alheia,

um dia

há de romper-se a cobertura:


o empelicado

sutura o jejum e de pronto


salta o muro

de incenso que o protegia.


Solto no mundo,

aviado no corpo, se dobra


entre linhos

selos calúnias e fronteiras.


Sabe a espuma

o seu pênis e sua língua


revela

o nome de todos, sua fome


ronda a noite

com o errante dos errantes.


Destinado ao destino,

o empelicado


nada soube, nada adivinha.


De passagem, onde pousa,

todo e qualquer


se admira de sua imagem.

Por que não


dar-lhe o que basta? Essa

manta de perguntas.


Ao desatino

rende-se, enfim,


o empelicado.

E não é o que fazem cada


rês, cada sentença, o homem

desnudo nascido?


(De: Qvasi, 2016)




___

Edimilson de Almeida Pereira nasceu em Juiz de Fora, Minas Gerais, em 1963. É docente de Literatura Portuguesa e Literaturas Africanas de Língua Portuguesa na Faculdade de Letras da Universidade Federal de Juiz de Fora. Na área de antropologia social publicou, dentre outros, os livros Mundo encaixado: significação da cultura popular (Mazza Edições, Belo Horizonte, 1992) e Do presépio à balança: representações sociais da vida religiosa (Mazza Edições, Belo Horizonte, 1995), A saliva da fala: notas sobre a poética banto-católica no Brasil (Azougue, Rio de Janeiro, 2017) e Entre Orfe(x) e Exunouveau: análise de uma epistemologia de base afrodiaspórica na Literatura Brasileira (Azougue, Rio de Janeiro, 2017). Na área de literatura infantil e infantojuvenil editou, dentre outros, Os reizinhos de Congo (Paulinas, São Paulo, 2004); Poemas para ler com palmas (Mazza Edições, Belo Horizonte, 2017). Sua obra poética foi reunida nos volumes Zeosório blues (2002), Lugares ares (2003), Casa da palavra (2003) e As coisas arcas (2003). Seus livros de poesia mais recentes são Guelras (Mazza Edições, Belo Horizonte, 2017), E (Patuá, São Paulo, 2017) e Poesia + – antologia 1985-2019 (Editora 34, São Paulo, 2019). Sua obra de ficção inclui os romances recém-editados em 2020: O Ausente (Relicário Edições, Belo Horizonte); Um corpo à deriva (Edições Macondo, Juiz de Fora) e Front (Nós Editora, São Paulo).















bottom of page