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María Negroni ::: Archivo Dickinson

  • Foto do escritor: davisdiniz
    davisdiniz
  • 10 de set. de 2020
  • 4 min de leitura





Extravagância

A vida toda quis que o eu estivesse ausente, que as abelhas — cegas — dessem

ser ao ser. Por esse anseio, passa uma tela de silêncio, e uma coragem nasce, para a qual não existe forma pronominal.

Gosto de sonhar outros mundos, escrever — com os lábios — a abstração do

desejo.

Corpo abaixo, a irrealidade liba — frenética.

Se sigo assim, restarei inteiramente órfã.


Perigo

Eu não queria depender se um só ser. Teria morrido de tremor, de espera.

Preferi balbuciar como um idiota no jardim manchado da linguagem, esperar sua

sentença — de Morte — com o alaúde da minha música. Eu quis que a mente

ditara as palavras, não o escuro que sentia. Eu queria ver Amherst à luz de

setembro, quando o ar deixa de ser ar e a boca está plena do que não tinha.

Doce vinho que se dá de beber, sempre mais, no bosque ao lado.

Nada como uma música que não se pode tocar.

Verão

Despedaçado o depois, o antes, o talvez amanhã, o mundo se encabrita, e as cigarras, os besouros, as aleluias, debaixo das ramas, marcam

encontros no estio galopante, com pasmante impertinência.

Não se pode querer mais.

A finitude cavalga como pode.

Batalha

Às vezes, esqueço-me da Árvore do Bem e do Mal, é como se me

lembrasse do Bem que há no Mal, dos riquíssimos dons que se

disfarçam de lobos, de beijos dizimados na selva que pensa. E, nesse

momento, meus toldos verbais vêm abaixo, e alcanço o duro coração, e

o faço soletrar a luz em um caderno analfabeto. Coisas assim. Dizem que

milhares de mortos, inteiros e ariscos, desfilam então e ruminam histórias

jamais ouvidas. E também eu me dissolvo, e estou fecunda, noite acima, como uma joia escura.

Epístola

Querido Pássaro de Água,

Estás de mudança outra vez, ressuscitado no cadáver do desejo que não

quer morrer? Ou terás cedido à quietude, essa aventura arrepiante?

Te pergunta isso um coração tão sério que se converteu em irreal. Irei te procurar

ali onde as dúvidas me assaltam, augúrios que não foram, sombras que

comem meu ser, descobertas. Quem sabe, no final, por mim não espera alguma

música para não ser escutada. A insolvência é um fervor despido,

escreve um caderno sem páginas.

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María Negroni publicou inúmeros livros. Entre outros, os de poesia Arte y Fuga, Cantar la nada, Elegía Joseph Cornell, Inteludio en Berlín, Archivo Dickinson, de onde provêm os textos aqui traduzidos, e Exilium; os de ensaio Ciudad Gótica, Mueseo Negro, El testigo lúcido, Galería Fantástica, Pequeño Mundo Ilustrado, e El arte del error; e os de ficção El sueño de Úrsula e La Anunciación. Obteve a Bolsa Guggenheim na categoria poesia e o Prêmio Internacional de Ensaio da editora Siglo XXI. Sua obra foi traduzida ao inglês, ao francês, ao italiano, ao sueco e ao português. Atualmente cordena o Mestrado em Escrita Criativa da UNTREF em Buenos Aires.


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Poemas de ARCHIVO DICKINSON (La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2017; Vaso Roto, Madrid, 2018)




Extravagancia

Toda la vida quise que el yo estuviera ausente, que las abejas —ciegas— dieran

ser al ser. Por ese anhelo, pasa un panal de silencio, y un coraje nace, para el que

no existe forma pronominal.


Me gusta soñar otros mundos, escribir — con los labios— la abstracción del

deseo.


Cuerpo abajo, la irrealidad liba —frenética.

Si sigo así, me quedaré del todo huérfana.


Peligro

Yo no quería depender de un solo ser. Me hubiera muerto de temblor, de espera.

Preferí balbucear como una idiota en el jardín manchado del lenguaje, esperar su

sentencia —de Muerte— con mi laúd de música mía. Yo quise que la mente

dictara las palabras, no lo oscuro que sentía. Yo quería ver Amherst a la luz de

septiembre, cuando el aire deja de ser aire y la boca está plena de lo que no tuvo.


Dulce vino mucho que se da de beber, siempre más, en el bosque de al lado.

Nada como una música que no se puede tocar.


Verano

Roto el después, el antes, el tal vez mañana, el mundo se encabrita, y las

cigarras, los cascarudos, los bichitos de luz, debajo de las ramas, se dan

cita en el estío galopante, con pasmosa impertinencia.

No se puede pedir más.

La finitud cabalga como puede.


Batalla

A veces, me olvido del Árbol del Bien y del Mal, y es como si me

acordara del Bien que hay en el Mal, de los riquísimos dones que se

disfrazan de lobos, de besos diezmados en la selva que piensa. Y, en ese

momento, mis toldos verbales se hunden, y alcanzo el duro corazón, y

lo hago deletrear la luz en un cuaderno analfabeto. Cosas así. Dicen que

miles de muertos, enteros y ariscos, desfilan entonces y rumian historias

nunca oídas. Y yo me disuelvo también, y estoy fecunda, noche arriba,

como una joya oscura.


Epístola

Querido Pájaro de Agua,


¿Estás mudando otra vez, resucitado en el cadáver del deseo que no

quiere morir? ¿O habrás cedido a la quietud, esa aventura espeluznante?

Te lo pregunta un corazón tan serio que se volvió irreal. Te iré a buscar

allí donde me asaltan dudas, augurios que no fueron, sombras que

me comen el ser, desabrigadas. Quién sabe si, al final, me espera alguna

música para no ser escuchada. La insolvencia es un fervor desnudo,

escribe un cuaderno sin páginas.



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María Negroni publicó numerosos libros. Entre otros, Arte y Fuga, Cantar la nada, Elegía Joseph Cornell, Interludio en Berlín, Archivo Dickinson y Exilium (poesía); Ciudad Gótica, Museo Negro, El testigo lúcido, Galería Fantástica, Pequeño Mundo Ilustrado y El arte del error (ensayo); El sueño de Úrsula y La Anunciación (ficción). Obtuvo la Beca Guggenheim en poesía y el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI. Su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al italiano, al sueco y al portugués. Actualmente dirige la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF en Buenos Aires.





 
 
 

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